miércoles, 6 de febrero de 2008

Post-operatorio

Claro, no fue el peor día de mi vida. No. Veni, Vidi, Vinci. Me superó, el supermartes lo recordaré como algo etereo, más que nada porque sigue flotando la sombra de su final.

De antemano es difícil hacer nada ante un mal día, y no es que me importe, sólo que uno está de bajón y se adentra en las profundidades de su sofá para disfrutar de un estupendo momento cinéfilo, con mi chica acurrucada sobre mi cadera -con pizza y todo-.

Sólo una discusión podía haber destruído por completo febrero; afortunadamente no fue así, pero claro algo tenía que ocurrir...

Abro el magnífico jomcinema para visionar lo que se prometía como una de las películas del año.
Primer plano: vacas pastando (35 seg.)
Segundo plano: vías del tren (35 seg.)
Título: La Soledad
Primer plano: lo he querido llamar de nuevo primer plano, pero en realidad no sabría considerarlo: la televisión se divide en dos y no me doy cuenta del plano partido hasta que a la protagonista no se le ocurre meterse (35 seg. después de no decir nada) por una puerta a la derecha de la pantalla y entrar por la derecha del otro plano partido. No sé si me explico, pero: MAL COMENZAMOS.

No quiero aburriros, igual que no quería aburrirme de tal forma. Tampoco voy a convenceros de que no veáis semejante bodrio. Ni siquiera, aunque lo hiciera a conciencia, os voy a desvelar cómo acaba; aunque este último punto no lo hago, sobre todo, porque no tiene trama, inicio, ni fin, ni guión, ni actuaciones brillantes, ni siquiera dramatismo, el único drama que tiene es que anoche me la tragué, enterita: dos horas... y sin anestesia.

Menos mal que hoy brilla el sol.

P.D.: El banco me ha llamado para hacerme ofertas jugosas.

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