
Verán, tengo un problema. Soy más bien rojete, para que nos vamos a engañar, si al fin y al cabo no me conocen. Tan rojo como las letras de IMBÉCIL. Tan rojo como las siglas del partido que ha querido alerdear de "supergüay". Y tanto que somos diferentes.
Si a los buenos del PSOE de Asturias no les diera por estas majaderías, no nos daría por pensar que hay más IMBÉCIL suelto que aquellos que proclaman la libertad con insultos.
Si nos atenemos a lo escrito, aparte de las putas, los negros, los maricas, los moros, los sudacas o las mujeres, el resto de la población mundial somos imbéciles. Y mira que a mí uno de los insultos que más me ha gustado toda la vida ha sido éste. Porque se trata de una palabra con la que se te llena la boca, muy por encima de gilipollas o hijo de puta, ya que además de ofender suele otorgar un poco más de clase y distinción al que menta estas siete letras tan bien puestas.
Bien, pues según que contextos, a mí no me importa ni ser, ni parecer imbécil. Otra cosa es que me otorguen esta correosa calificación sólo por leer un cartel. (¿Dónde habrá quedado el "tonto el que lo lea"?).
Pues nada, queridos imbéciles, o putas, o negros, o ... Que me alegro de que nos una semejante opción. Ya nos contarán nuestros amiguetes socialistas en qué línea se encuentran ellos. La verdad es que muchas veces -las menos, si tengo en cuenta que esto viene de un sector sin lógica, ni quien la lleve-, me arrepiento de mi opción política.
Veni, vidi.